12 junio 2007

No queremos un "Déjà vu"

No queremos que en el caso de San Vicente, tengamos la sensación de un "Déjà vu" respecto a lo sucedido hace casi cinco años con el Prestige


Corría el 19 de noviembre de 2002, cuando el petrolero Prestige se hunde después de varios días de maniobras que ameritarán una aclaración sobre la responsabilidad de quienes tomaron algunas decisiones, cuando menos polémicas, a 133 millas del cabo Fisterra, y a 3.500 metros de profundidad, conservando en sus tanques unas 70.000 toneladas de fuel-óleo. Durante su remolque y posterior hundimiento, el Prestige generó una gran marea negra que alcanzó zonas muy sensibles de la costa española, bancos pesqueros y recursos marisqueros, además de afectar a decenas de miles de aves de diferentes especies.

Y según parece, lo peor está por llegar. Los síntomas a largo plazo que sufren los pescadores los padecen también los voluntarios y otras personas que colaboraron en la extracción del fuel y que se protegieron con una mascarilla, aunque en este caso los efectos son menores.

En noviembre de 2002, los científicos emprendieron investigaciones sobre las consecuencias de la catástrofe y cuyos resultados empiezan a llegar ahora. Es el caso de un equipo de neumólogos, epidemiólogos, toxicólogos y expertos en genética de hospitales y centros de investigación de A Coruña, Barcelona y Madrid.

Estos investigadores realizaron entre enero de 2004 y febrero de 2005 un cuestionario entre 6.869 marineros de 44 cofradías gallegas. A través de diferentes preguntas sobre su salud pulmonar, el estudio concluye que las personas que participaron en la limpieza del fuel sufrieron daños a largo plazo que persistían dos años después.

Los autores del trabajo, que está a punto de ser publicado en la revista científica American Journal Respiratory and Critical Care Medicine, subrayan que la limpieza del vertido del Prestige no fue inocua y que produjo trastornos respiratorios que han persistido transcurrido un tiempo prolongado desde la exposición . Los investigadores han contrastado en las personas que estuvieron en contacto con el fuel una mayor prevalencia de tos y expectoración crónicas, de dificultades respiratorias por la noche y de obstrucción y goteo nasal.

Estos síntomas son además más intensos en los pescadores que arrimaron el hombro en las tareas de limpieza durante más días y horas seguidas, y entre aquellos que tuvieron más cometidos. El informe se refiere específicamente a aquellos marineros que, además de retirar el hidrocarburo del mar, de las playas y de las rocas, se dedicaron a descontaminar los barcos. Las mascarillas repartidas por la Administración aliviaron los efectos, pero no los anularon.

Los marineros que utilizaron la protección de las mascarillas a menudo o siempre sufrieron trastornos menos intensos que los que recurrieron a ella nunca o sólo a veces .

Los investigadores recomiendan que la próxima vez que se produzca una marea negra se extremen las precauciones para evitar efectos respiratorios crónicos en las personas que colaboren en las tareas de limpieza. Estos voluntarios deberían someterse además a revisiones médicas para detectar cualquier alteración clínica a largo plazo, advierten.

Tomado de: ambientum; Historia de las mareas negras

No hay comentarios.: